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Agosto 2013

Edición No. 294
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Qué significa ser pobre en México


Carlos Alfredo Dávila Aguilar.

Al hablarse sobre los avances (o retrocesos) del gobierno y de la economía en cuanto a la reducción de la pobreza, e incluso al diseñarse las políticas públicas para la pobreza, suelen tomarse como punto de partida los indicadores oficiales, como dando por hecho que son una base confiable para partir al análisis. Sin embargo, pocas veces se analiza o cuestiona la metodología y los criterios según los cuales se establecen estos indicadores de pobreza, criterios que son cruciales para determinar la magnitud de las cifras y que, según se utilice un enfoque u otro, pueden variar enormemente el resultado y la naturaleza de las políticas públicas orientadas a la problemática de la pobreza.
ser pobre
Esta semana, se dio a conocer el último informe del CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) sobre la situación de pobreza en México. Como de costumbre, los medios masivos mexicanos se limitaron a mencionar los resultados del informe sin mencionar nada sobre su metodología.

Los resultados del informe arrojaron que la pobreza pasó de 52.8 millones en 2010, que representaba el 46.1% a un 45.5% en 2012. Es probable que esta leve disminución porcentual se debe a la variación poblacional en ese periodo de tiempo, ya que el número de mexicanos pasó de 114.5 a 117.3, según el Consejo Nacional de Población (CONAPO).

Pero, ¿quién cuenta como pobre para el CONEVAL? Según la metodología publicada por el propio consejo, un persona es considerada como pobre si sufre de tres (o más) de las siguientes carencias básicas: educación salud, vivienda, seguridad social, servicios básicos de la vivienda (agua y luz), o alimentación; y además percibe un salario menor a 2,329 pesos mensuales en zonas urbanas, o 1,490 en zonas rurales.

Dichas cifras recuerdan aquella infortunada declaración del ex-secretario de Hacienda y de Desarrollo Social calderonista, Ernesto Cordero, cuando declaró que “con seis mil pesos tienes para casa, carro y escuela” y que fue en su momento (merecidamente) criticado y ridiculizado durante semanas en el país. Ahora el CONEVAL, al amparo de su aire científico, publica un informe sobre el estado de la pobreza en el país, con criterios tan irreales como un salario de 2,329 pesos mensuales, es decir, 582 pesos semanales; lo cual lleva a preguntar, ¿qué significa ser pobre para los especialistas del CONEVAL?

Y es que, desde que se inició con una medición oficial de la pobreza en México, se ignoró el debate existente en el ámbito académico y la literatura en torno a los enfoques y metodologías para su medición, principalmente dos: el enfoque de canasta básica de bienes y servicios (utilizado en EE.UU.) y el de estándares relativos a la sociedad (preferido en la Unión Europea).

Desde ese entonces, el debate ya evidenciaba lo limitado del enfoque norteamericano, y con el paso del tiempo, se ha hecho cada vez más claro que es necesario adoptar el enfoque de estándares relativos a la sociedad, ya que, entre otras cosas, contempla aspectos de la pobreza más allá de lo estrictamente monetario, por ejemplo: la percepción de pobreza y de exclusión social.

Sin embargo, el principal obstáculo para lograr este cambio, es por supuesto el costo político que implicaría para cualquier gobierno el gran incremento que se daría en los indicadores de pobreza en el país con este cambio de enfoque. Esto, aunado al costo económico real que implicaría destinar mayores recursos a la pobreza, ya que tanto el costo de la medición de esta nueva línea de pobreza, como la cantidad de personas reconocidas como en situación de pobreza, resultarían mayores por este nuevo método.

Más aún, como lo explica detalladamente la doctora Katya Rodríguez, desde que se iniciaron los cálculos de la línea de pobreza patrimonial (cálculo de la Sedesol desde el 2000) eran deficientes e inconsistentes: desde los cálculos del ingreso de las familias, hasta aspectos como los ingresos de referencia que tienden a circularidad (es decir, los estándares de vida de los pobres se convierten en la línea de pobreza). Esto produce cálculos que tienden a disminuir las cifras de la pobreza en el país hasta niveles tan poco realistas como los de la mayoría de los informes publicados desde entonces.

La pobreza no es sólo la falta de lo necesario para comer, vestir, o conseguir una precaria vivienda a crédito, sino la incapacidad de participar plenamente en la vida social según los estándares contemporáneos y el consecuente sentimiento de exclusión y frustración.

Tomar en cuenta la pobreza en estos términos es importante porque es justamente de estos sentimientos de exclusión y frustración, y no solamente de las carencias materiales, de donde surgen las tendencias violentas y delictivas que en los últimos años han escalado hasta niveles que difícilmente habríamos imaginado hace apenas algunos años.

Por supuesto que, para combatir el problema de la pobreza, hacer la medición correcta no será, ni por mucho, suficiente. Sin embargo, reconocernos como sociedad, bajo la imagen de una medición real de la pobreza, es imprescindible para eventualmente construir los mecanismos que nos permitan abordar el problema, por fin, más allá de la simulación.

 
 
 
carlos0alfredo01@gmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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